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Imaginemos un mundo donde la neutralidad es más que solo mantenerse al margen, donde la curiosidad es un superpoder, y donde la construcción de hipótesis es como lanzar hechizos para desentrañar los misterios de la mente humana. En este artículo, nos proponemos abordar cómo estas ideas no solo transforman la terapia, sino también cómo percibimos el arte de comprender y abordar los sistemas consultantes.

En el año 1988, Cecchin se propuso revisar críticamente los principios fundamentales de la psicoterapia sistémica que había formulado en 1981 junto al equipo milanés, liderado por Selvini Palazzoli. Entre estos principios destacaban la neutralidad, la circularidad y la construcción de hipótesis. La neutralidad, según Cecchin, no debe ser vista como una posición de indiferencia, sino como una actitud de curiosidad respetuosa. A diferencia de la certeza causal y la posición moral «one-up», la curiosidad y la neutralidad se alimentan mutuamente, estimuladas por un enfoque estético que valora la diversidad de modelos posibles, en lugar de imponer juicios.

La construcción de hipótesis y la interrogación circular, según Cecchin, son herramientas técnicas que mantienen viva la actitud de curiosidad. Estos elementos forman una relación recursiva, donde cada uno engendra y nutre a los demás. Por ejemplo, la creencia de haber encontrado una explicación «correcta» puede acabar con la curiosidad de explorar otras perspectivas. La pérdida de curiosidad puede manifestarse en síntomas como el aburrimiento y síntomas psicosomáticos durante la práctica terapéutica.

La idea de la curiosidad como postura sistémica fundamental tiene implicaciones significativas. Contrarresta la lógica de reparación, que sugiere la posibilidad de conocer a fondo un sistema y controlarlo. En cambio, la curiosidad sistémica se centra en comprender la lógica intrínseca de cada sistema, sin etiquetarla como buena o mala, sino más bien como eficaz en términos evolutivos. Esta perspectiva también se opone al control social, ya que la curiosidad surge de la aceptación de la ignorancia del terapeuta como un recurso valioso.

La curiosidad implica una actitud que considera la ignorancia del terapeuta como una herramienta. Esta visión busca evitar conclusiones precipitadas y estimular la exploración de diversas facetas del problema. Como sostiene Foucault, la curiosidad no busca apropiarse de algo conocido, sino liberarnos de nuestras propias limitaciones cognitivas. En última instancia, la curiosidad en la psicoterapia sistémica se erige como un faro guía, iluminando el camino hacia una comprensión más profunda y respetuosa de la complejidad de los sistemas humanos.

Irreverencia: falta de respeto a las ideas, respeto a las personas

Cecchin y sus colegas nos invitan a explorar la falta de respeto deliberada hacia las certezas, pero con un giro interesante: el respeto hacia las personas siempre está en el centro de la escena. ¿Cómo es posible desconfiar conscientemente de las consideraciones sistémicas y aventurarse por caminos no convencionales, como seguir hipótesis lineales o incluso mostrar parcialidad? Este dilema plantea preguntas intrigantes que despiertan nuestra curiosidad.

En lugar de proporcionar una guía infalible sobre cuándo apartarse de las normas sistémicas, resistimos la tentación y ofrecemos un ejemplo revelador. En una sesión de terapia en el Instituto de Terapia Familiar de Milán, un terapeuta desafía las convenciones al sentir el impulso de dar instrucciones educativas a una madre. En medio de un debate acalorado con colegas, el terapeuta toma una decisión audaz. Convence a la madre de que es incompetente, acuerda un pacto temporal con sus colegas y, a lo largo de tres meses, le brinda instrucciones específicas. El resultado sorprendente: la paciente sigue las instrucciones, y su conducta mejora notablemente. “A mis colegas les gustaría saber por qué ha seguido mis instrucciones”, dijo el terapeuta. “Según la teoría sistémica, las personas no obedecen. ¿Por qué ha obedecido usted?”. “He seguido sus indicaciones porque usted me cae mejor que los que están detrás del espejo.”, respondió la mujer.

Esta historia reveladora destaca la importancia de desafiar incluso nuestras propias creencias sistémicas en busca de soluciones innovadoras. La flexibilidad, incluso con los dogmas establecidos, parece liberar el potencial creativo necesario en la terapia y el asesoramiento. Nos recuerda anécdotas de pioneros como Milton Erickson y Eckard Sperling, quienes rompieron las reglas y probaron enfoques poco convencionales para alcanzar resultados sorprendentes. Al adoptar la filosofía de «no creo en ninguna teoría, solo las utilizo mientras me sirvan», estos maestros nos enseñan que la verdadera magia de la psicoterapia sistémica radica en la apertura a la innovación y en la valentía de desafiar lo establecido.

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