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Por: Lic. Norma Pollán

“A los chicos hay que darles un chirlo para que entiendan”, “Hay que ponerles límites”, “En mis tiempos con un cinturón nos arreglábamos”, “A los chicos hay que criarlos en libertad, no hay que reprimirlos”, “No hay que coartarlos en su libre expresión”…

Dos criterios básicos: dos resultados insatisfactorios

Desde nuestros abuelos hasta nuestros días han imperado básicamente dos criterios acerca de cómo educar a los niños. El más “antiguo” fomentaba un control muy estricto y pautas rígidas de comportamiento que no debían ser cuestionadas por los menores. Esto dio como resultado generaciones de niños “almidonados” y con poca capacidad para adaptarse a los cambios bruscos o a situaciones poco estructuradas.

El criterio que surgió entonces, como contrapartida, propugnado principalmente por el conocido Dr. Spock, alentó por el contrario una educación “libre, sin represiones”. Lamentablemente, el resultado no fue la libertad sino el caos: chicos caprichosos, en general poco emprendedores, que no lograron adaptarse satisfactoriamente a las presiones sociales del mundo adulto.

Como consecuencia de estas experiencias, actualmente, por lo general, ninguno de estos criterios es aceptado como válido.

Hoy en día es casi un “lugar común” decir que existe una confusión bastante generalizada acerca de cómo se “debe” educar a los niños.

 

Nuestro criterio

En primer lugar, deseamos hacer una aclaración: no debe confundirse rigidez con claridad. Nosotros pensamos que una educación adecuada debe ser clara, coherente y flexible.

Consideramos que una educación es rígida cuando señala como válido un sólo método para que los niños cumplan con lo esperado. (Un ejemplo de esto podría ser “siempre hay que castigar a los chicos que desobedecen”).

Pensamos que una educación es flexible cuando se pueden emplear o ensayar distintos métodos para conseguir lo esperado de un niño. Hay niños que necesitan más control que otros, algunos responden mejor a una charla con los padres, otros sólo cumplen cuando son amenazados con algún tipo de consecuencia desagradable, etc.

Por otra parte, un método que es apropiado para una situación y para un momento dado de la vida chico, puede no serio en otra oportunidad.

Por lo tanto, la flexibilidad también consiste en ir adaptando los métodos a cada etapa o circunstancia vital.

En nuestra opinión, la claridad en la educación consiste en una nítida demarcación de lo que los niños pueden y no pueden hacer. Mientras que la coherencia tiene que ver con el sostener o mantener las pautas de lo que se puede y no se puede o de lo que se debe y no se debe hacer. Es decir, no variar constantemente las reglas básicas.

Respecto de las pautas o reglas en sí mismas, pensamos que, en principio, no existen pautas que sean “mejores” que otras. Cada familia construye las propias de acuerdo con su sistema de creencias, sus valores, su contexto sociocultural, etc.

Lo importante, reiteramos, es que independientemente de cuáles sean las pautas, los padres las transmitan y las hagan respetar con claridad y coherencia.

Creemos que los padres desarrollan naturalmente un conocimiento de su hijo, de lo que éste necesita y de los caminos para llegar a él.

Pero el oficio de ser padres es duro. Los mensajes contradictorios del medio social, las presiones de parientes, los desacuerdos en la pareja parental y las propias contradicciones hacen que sea muy difícil conseguir la claridad, flexibilidad y coherencia de la que hablábamos.

En mayor o menor medida todos los padres nos vemos expuestos a traicionar nuestros propios principios.

A continuación enumeraremos algunas de las formas más habituales en que nos “traicionarnos”, y para ello nos tomamos la licencia de hacerlo con un toque de humor:

 

Reglas para lograr que su hijo desobedezca

  1. Cambie las normas todos los días, así su hijo nunca sabrá qué tiene que hacer.
  2. Si su mujer dice “A”, Ud. diga “Z”, así pondrá a su hijo en una situación de confusión y de “tironeo” entre la lealtad hacia mamá y la lealtad hacia papá.
  3. Si un día, por ejemplo, su hijo trae una mala nota del colegio, rételo; ante la misma situación, al día siguiente muéstrese totalmente indiferente. Así su hijo no conocerá nunca las consecuencias de sus actos.
  4. Si su hijo se porta mal pruebe varias medidas correctivas al mismo tiempo (pídale, grítele, amenácelo etc.) así Ud. nunca sabrá cuál le da más resultado.
  5. Póngale una penitencia y levántesela luego, porque “pobrecito…”. Su hijo sabrá que Ud. no cumple con lo que le dice.
  6. Impóngale un castigo que implique a toda la familia (“este fin de semana te quedás en casa”) así todos padecerán el castigo.
  7. Cuando esté enojado/a con su cónyuge, desautorícelo ante el niño
  8. Exíjale tantas cosas juntas al niño que él no sepa por dónde empezar. Seguramente, en algo lo desobedecerá.
  9. No establezca prioridades: da lo mismo meter los dedos en el enchufe, sacar dinero del monedero de la abuela que tirar leche sobre la mesa. Si ante todo tiene la misma respuesta o reacción su hijo se confundirá y no podrá evaluar las situaciones.
  10. Déjele decidir absolutamente todo: cuando ingrese a la escuela no tolerará las consignas de la maestra y sus compañeritos lo mirarán con mala cara cuando él pretenda decidir siempre a qué jugar.

Si podemos considerar aquellas reglas en las que nos sentimos aludidos, estaremos iniciando un camino de mayor coherencia en la educación de nuestros hijos.

Para finalizar, queremos señalar que cuando recibimos consultas de padres en el Centro Privado de Psicoterapias, nuestra tarea básica en líneas generales consiste en:

  • Ayudarlos a que definan sus propias pautas o reglas de educación.
  • Transmitirles los principios básicos a los que nos hemos referido, evaluando en cada caso la estrategia adecuada para hacerlo.
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