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En el marco del modelo de terapia breve del Mental Research Institute (MRI), la construcción del problema juega un papel fundamental para el éxito del proceso terapéutico. Según Paul Watzlawick y sus colegas, en la medida en que el terapeuta pueda definir clara y concisamente el problema desde el inicio, mayores serán las probabilidades de éxito en el tratamiento. Este proceso no solo ayuda a clarificar el camino a seguir, sino que también establece un marco de referencia útil para manejar la información que surge en las sesiones posteriores.

El desafío de definir el problema

John Weakland, una de las figuras clave en el desarrollo del modelo de Palo Alto, subraya la importancia de que el terapeuta sea capaz de describir los elementos esenciales de la queja del consultante de manera clara y precisa. Esto incluye responder preguntas básicas: ¿Qué es el problema? ¿Para quién es un problema? ¿Cómo se manifiesta? Si esta información no está clara desde el comienzo, el terapeuta enfrentará dificultades para organizar el proceso terapéutico y cualquier nueva información puede oscurecer el panorama en lugar de aclararlo.

En este sentido, Weakland advierte sobre el peligro de intentar formular soluciones sin haber comprendido completamente el problema. El riesgo de esta estrategia es que el terapeuta puede acabar aplicando intervenciones ineficaces o irrelevantes para el contexto real del consultante.

¿Qué es necesario para construir un buen problema?

El modelo MRI establece una serie de pasos que ayudan al terapeuta a jerarquizar la información relevante para construir un problema de manera efectiva. Estos pasos incluyen:

  1. Identificación de la conducta problemática: El terapeuta debe simplificar y priorizar la conducta o clase de conductas que el consultante percibe como problemáticas. Es crucial que se clarifique por qué esta conducta es motivo de consulta.
  2. Contextualización de la conducta: El problema debe ser analizado en su contexto, respondiendo preguntas como qué, dónde, cómo y cuándo ocurre. El análisis contextual ayuda a situar el problema dentro de un marco más amplio, lo que facilita la identificación de patrones de interacción que perpetúan el problema.
  3. Hipótesis sobre la utilidad de las intervenciones: El terapeuta debe formular una hipótesis inicial sobre qué podría ser útil para aliviar el problema, priorizando la utilidad por encima de la causa. Esto orienta las intervenciones hacia soluciones prácticas, ajustadas a las necesidades del consultante.

Renunciar a obtener esta información esencial afecta negativamente el proceso terapéutico, reduciendo la capacidad del terapeuta para ofrecer intervenciones adecuadas. De hecho, el proceso de co-construcción del problema requiere tanto la visión del consultante como la del terapeuta, trabajando juntos para alcanzar una definición que sea útil y orientada a la acción.

La co-construcción del problema

Uno de los principios clave del modelo MRI es la co-construcción del problema. El consultante suele traer una versión inicial del problema, pero esta puede diferir de las percepciones de otros miembros del sistema, como familiares o colegas. Aquí es donde el terapeuta interviene, editando y ajustando las diferentes versiones hasta lograr un consenso o complementariedad entre ellas. Este proceso permite que la versión final del problema sea tanto comprensible como aceptada por todos los implicados, incluidos el consultante y el terapeuta.

Como Harlene Anderson sugiere, el «sistema-problema» se compone de todas las personas cuyas interacciones giran en torno a la definición del problema. A menudo, esto incluye a varios actores, incluso si el problema parece estar centrado en un individuo. Mientras tanto, Pinsof amplía esta visión al destacar que el «sistema-paciente» abarca no solo a los actores actuales, sino también a aquellos que podrían estar involucrados en la resolución del problema.

La importancia de una definición precisa

Independientemente de la perspectiva que se adopte, la clave para un proceso terapéutico exitoso radica en definir el problema con precisión. Cuanto más clara y completa sea esta definición, más fácil será para el terapeuta guiar el proceso de intervención. Definir un problema no se trata únicamente de identificar lo que está mal, sino de hacerlo de una manera que permita diseñar soluciones viables y realistas.

En resumen, la construcción del problema en el modelo MRI es una tarea colaborativa que requiere una evaluación exhaustiva y una definición precisa. Esta tarea no solo facilita el trabajo terapéutico, sino que también permite diseñar soluciones que estén alineadas con los recursos y posibilidades tanto del consultante como del terapeuta. Un buen problema, bien construido, es aquel que tiene el potencial de ser resuelto de manera eficaz dentro de las limitaciones del sistema en el que se presenta.

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