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Carlos M. fue a la escuela, pasó por la adolescencia, tuvo su primer trabajo, tuvo hijos, falleció su padre. En cada una de estos momentos, Carlos se habrá sentido nervioso, triste, habrá llorado. A veces no tuvo ganas de levantarse, otras ha pasado días y días preocupado, sin saber para donde ir. Y habrá intentado diferentes soluciones: hacer lo que el cuerpo le pedía, pasear, incrementar el esfuerzo. Algunas de estas soluciones habrán sido buenas, otras mejores y éstas le habrán permitido superar con mayor fortaleza las crisis.

Independientemente de la individualidad de cada ser humano, hay un común denominador para todos: el tener que pasar por momentos o períodos en los que surgen nuevas exigencias, inherentes al desarrollo y a la maduración.

Estas nuevas situaciones de vida, imposibilitan que mecanismos conocidos hasta ese momento continúen siendo válidos. Es decir de una situación que podríamos llamar A se pasa a la situación B, sin poder volver atrás: esto genera una crisis y la necesidad de instrumentar nuevas acciones.

Las crisis vitales son períodos de transición caracterizados por trastornos en las áreas intelectual y afectiva. Se han estudiado dos clases:

–      Crisis evolutivas

Son aquellas relacionadas con el desarrollo de la personalidad: el paso de la infancia a la adolescencia, de allí a la adultez, la paternidad, la crisis de edad media de la vida, etc.

–      Crisis accidentales

Son precipitadas por situaciones azarosas que suponen una pérdida repentina, o una amenaza de pérdida de algo o alguien considerado como seguro y valioso. Son ejemplos de esto la muerte de una persona amada, la pérdida o el cambio de empleo, alguna amenaza a la integridad corporal por enfermedad, accidente o intervención quirúrgica, etc.

Se trata generalmente de momentos de alteración psicológica aguda, con una duración aproximada de una a cuatro o cinco semanas; alteración que, más que un signo de trastorno mental, parece resultar de la lucha por lograr ajuste y adaptación frente a un problema temporalmente insoluble. Las dificultades se presentan por tratarse de situaciones nuevas que no se pueden manejar rápidamente con los mecanismos de superación y defensa que ya tenemos.

Como consecuencia, los cambios requeridos pueden llevar a una salud y madurez mayores, en cuyo caso, la crisis habrá sido una oportunidad positiva. Si por el contrario, conducen a una reducción de la capacidad para enfrentar efectivamente los problemas de la vida, la crisis ha sido un episodio perjudicial.

Aquellas personas que logran dominar una experiencia penosa, resultan a menudo fortalecidas y más capacitadas para encarar en el futuro, no sólo la misma situación; sino también otras dificultades.

Nuestra tarea en atención primaria de la salud mental en el Centro Privado de Psicoterapias tiene como objetivo hacer comprender lo que pasa en estos momentos críticos, puesto que, poder ponerle nombre y apellido a situaciones difusas y angustiosas o depresivas, alivia a las personas, que, al estar prevenidas, están más preparadas para lo que puede ocurrir.

Por medio de recursos como “talleres de reflexión” y “entrevistas únicas de orientación o de consulta” tratamos de brindar a quienes estén atravesando una crisis vital la posibilidad de extender su repertorio de soluciones eficaces para resolver las dificultades, de manera que no se transformen en problemas de los que resulta mucho más complicado salir.

Trabajamos en la convicción de que en estas crisis las personas pueden necesitar un pequeño apuntalamiento que les permita reencontrar su propia forma de salir enriquecidos de un momento difícil.

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