Por: Lic. Yago Licitra
Entrevista a Lic. Daniel Bick
La utilización de este fenómeno es tan vieja como la historia del hombre: lo encontramos en ciertos rituales y danzas de pueblos primitivos, volvemos a verlo en la magia y la brujería del medioevo y lo reconocemos en la letanía de discursos y oraciones de todo tipo y de todos los tiempos.
F. Mesmer, en el siglo XVIII, formula el primer intento de explicación científica con su teoría del magnetismo animal (teoría basada en la creencia de que los fenómenos hipnóticos se deben a un sutil fluido de naturaleza magnética que pasa del hipnotizador al hipnotizado. Finalmente, es interesante señalar que fue James Braid quien, a mediados del siglo XIX le da a este fenómeno, para diferenciarlo del mesmerismo y la noción subyacente allí de “substancia, o magnetismo animal”, el nombre de “hipnosis” o “sueño nervioso”.
No hay, aún hoy en día, uniformidad de criterios respecto a la esencia de la hipnosis. A mi juicio, uno de los enfoques más acertados es el que la entiende como producto de una comunicación, o vínculo, caracterizado por técnicas específicas que maneja el hipnotizador. Estas provocan distintos fenómenos psíquicos basados en la posibilidad -que todos tenemos- de lograr un estado de “conciencia alterada” que denominamos “autohipnoide”. Se trata de estados no ordinarios, no cotidianos de nuestra conciencia, pero que no implican alteración en el sentido patológico del término. Es el hipnotizador quien induce este estado, en el cual el hipnotizado focaliza intensamente su atención en ciertas direcciones y para determinados fines: de diversión, religiosos, comerciales, políticos … y, también, terapéuticos.
Este estado o fenómeno actúa, simplemente, a modo de catalizador, favoreciendo o posibilitando el proceso de hipnosis (en nuestro caso, con fines terapéuticos) que, en última instancia, desarrolla con su disponibilidad colaborativa el sujeto a hipnotizar.
CPP: Pero … ¿no debe poseer el hipnotizador, acaso, “personalidad magnética” y/o “poderes paranormales”?
Daniel Buick: A diferencia de lo que considera la concepción actual de la hipnosis, en la concepción tradicional de la misma subyace un concepto “substancialista”.
Antiguamente se creía que este fenómeno llamado “hipnosis”, de alguna manera, se encontraba “en” o “dentro” de la personalidad del hipnotizado o en la “fuerza” de su carácter, tal como la idea o concepto de “magnetismo animal”, que aún hoy persiste en distintas formas. A menudo encontramos, en la concepción tradicional de la hipnosis -fuente, por cierto, de innumerables prejuicios-, ideas sobrenaturales o emparentamientos con la parapsicología.
Actualmente se sabe, como resultado de investigaciones de laboratorio, que el hipnotizador maneja una técnica difícil pero al alcance de muchos. En términos generales, no hay ningún rasgo “peculiar” en el carácter de un buen hipnotizador. Lógicamente, para serlo se requiere, como para todas las profesiones, una particular vocación y un adecuado entrenamiento.
CPP: Bueno, pero mucha gente cree que no todo el mundo puede ser hipnotizado. Entienden que quienes tienen una personalidad fuerte y firme, difícilmente puedan serlo. En suma, que la hipnosis sería un instrumento adecuado para utilizar con los débiles de carácter.
D.B: Esto no es así. También ha sido objeto de investigaciones y pudo comprobarse que no existe ninguna correlación entre carácter fuerte o débil e hipnotizabilidad. Lo único que se requiere es la disponibilidad o colaboración acorde con el objetivo por el cual alguien quiere ser hipnotizado. En caso de que se tenga como preocupación prioritaria demostrarse y demostrar que se tiene carácter “fuerte” y que esto es “incompatible” con la hipnosis, el objetivo es no ser hipnotizado y no existe, pues, la disponibilidad que permita desarrollar el proceso de autohipnosis. En cambio cuando una persona, estando en un contexto psicoterapéutico, por ejemplo, quiere resolver un determinado problema, la colaboración está implícita y, entonces sí, la hipnosis es un instrumento adecuado.
CPP: Una de las críticas que con más frecuencia se le formulan a la hipnosis, empleada con fines psicoterapéuticos, es la de que sólo erradica síntomas, descuidando, así, los problemas de fondo, subyacentes. Luego, sus efectos o resultados no serían duraderos: a poco andar, el paciente tendrá recaídas o, en todo caso, sus problemas profundos, no resueltos, aflorarán en forma de nuevos síntomas …
D.B.: Hay distintas maneras de ver los problemas y esto también se aplica a la hipnosis. Por ejemplo, nos encontramos con que un enfoque, el hipnoanálisis, se dirige al “fondo” del individuo para rastrear los recuerdos infantiles que, se supone, explican y causan las dificultades actuales. Estas ideas, como muchas otras afines, quizá han derivado en erróneos conceptos populares que son los mencionados en la pregunta. Sencillamente no es cierto, no es un hecho que haya sido comprobado, ni en investigaciones ni en la clínica, que los problemas se “trasladen”. No existe, en suma, aval científico para estas creencias. Estimo que son malas divulgaciones de cuestiones mucho más complejas. A título de ejemplo, si a una persona le prohíben el cigarrillo por una grave crisis de salud, para nosotros el problema aquí es el cigarrillo, y sería un logro indiscutible poder ayudar al paciente en esto… para lo cual la hipnosis ofrece un camino posible. Ahora bien, desde una determinada perspectiva, no es un error decir que el fumar se debe a algo que llamaremos “ansiedad” que, a su vez, se asienta en determinada -mala- estructuración de la personalidad en los primeros años de vida, etc. De esto puede inferirse que las “causas” del fumar, de no subsanarse, aflorarán en nuevos síntomas como comerse las uñas, ingerir comida en exceso, etc. Desde aquí se dice que el tema “de fondo” es la ansiedad, las relaciones de los primeros años de vida, lo que constituiría el verdadero objetivo de la psicoterapia. Sin embargo, sin entrar aquí en discusiones académicas, desde nuestra experiencia clínica -y no sólo desde la teoría- coincidimos con lo que muy claramente expresan Rosina Crispo, Diana Guelar y Eduardo Figueroa en su artículo: “¿Conseguir el control a partir de permitir el descontrol?”, cuando señalan algunas características de la terapia breve: “lejos de que los síntomas aparezcan por otro lado, lo que se observa es que la mejoría se desplaza a áreas que ni siquiera fueron mencionadas durante la terapia”. De hecho, resolver el grave problema que plantea fumar puede contribuir a desencadenar un proceso que disminuya la ansiedad del paciente, lo que a su vez podrá incidir positivamente en sus relaciones interpersonales, con modificaciones inevitables en el mundo interno del paciente, etc. Y por fin, es importante destacar que la indicación médica de no fumar implica un plazo, el cual determinará el tratamiento posible: el “fondo” puede necesitar más tiempo que el disponible.
Otro de los malos entendidos es el de los efectos poco duraderos de la hipnosis. En este sentido, podemos decir que las observaciones hechas en laboratorio y el seguimiento (control) realizado a través del tiempo del estado del paciente han permitido comprobar que los efectos son tan duraderos como puede humanamente esperarse. Por cierto, si se confunde “efecto duradero” con “para siempre” o “eterno”, agregando a esto la ingenua idea de que el paciente no volverá a tener ningún otro tipo de problema o conflicto a lo largo de su vida… la respuesta es “No” -y esto es así, por supuesto, en todos los casos y cualquiera sea el enfoque terapéutico utilizado.
En última instancia, esto nos remite, en realidad, a otro tema, que es el de la buena o mala psicoterapia. Y esta diferencia, claro está, no radica en las diferentes técnicas sino, más bien, en buenas o malas aplicaciones de las mismas.
CPP: … esto lleva a pensar en los temores de mucha gente, respecto a que un mal uso de la hipnosis produciría «daños psicológicos» … Queda claro ahora, que esto es cierto en cuanto al mal uso se refiere -cualquiera sea el tipo de psicoterapia empleado-.
D.B.: Sí, esto es así. Podría agregarse que la hipnosis, como técnica específica, debe manejarse con precauciones específicas… Pero me gustaría aclarar aquí que la pregunta encierra, como veíamos en otras, ciertos prejuicios comunes -en este caso, la creencia en un «poder ilimitado» del hipnotizador sobre el hipnotizado.
CPP: ¿Y lo que muchas veces se piensa respecto al riesgo de quedar “enganchado” en un trance hipnótico?
D.B.: Por empezar, son muy raras las ocasiones en que realmente hay dificultades para deshipnotizar a un paciente. En todo caso, no se trata de dificultades serias, ya que pueden ser manejadas con facilidad.
CPP: ¿La hipnosis es eficaz empleada como único instrumento terapéutico o debe utilizarse siempre integrada a un enfoque psicoterapéutico más amplio?
D.B.: La hipnosis es una técnica más de las que se vale el terapeuta para abordar los distintos problemas por los que la gente consulta. Inclusive, para ciertos problemas específicos, se ha demostrado que por sí sola es la aproximación terapéutica más eficaz, siendo el enfoque con el que se obtienen mejorías más rápidas -y no por ello menos duraderas-: tal es el caso en pacientes con rechinamiento involuntario de la dentadura, verrugas, fobias diversas, espasmos y contracturas musculares, dolores, etc. De todas maneras, en general es mejor utilizar la hipnosis como parte de una aproximación más amplia.
Podemos dar un ejemplo para ilustrar este último punto: el tratamiento de la tartamudez de un chico de 13 años, que padecía este trastorno desde pequeño. Por un lado, se trató con hipnosis la dificultad específica del paciente, en tanto que, por otro lado, se entrevistó a sus padres para tener una clara idea de la relación entre la tartamudez, sus variaciones y las circunstancias en que éstas se producían. Se evidenció la conexión entre situaciones difíciles para el chico y el aumento significativo de su tartamudez. Se obtuvo, luego, la colaboración familiar para bloquear, en lo posible, las situaciones que estimulaban la dificultad del paciente. Con este enfoque sintomático, pero incluyendo y manejando el contexto en que el síntoma se daba, se logró una clara mejoría. Es importante señalar que aquí, al igual que en el tratamiento de cualquier otra dificultad, no se apunta a lograr una cura absoluta -como sería que el paciente no vuelva a tartamudear ni una vez más en su vida- sino una disminución significativa del síntoma.
CPP: En todo caso, ¿en qué tipo de problemas resulta la hipnosis el tratamiento indicado?
D.B.: La hipnosis resulta un tratamiento altamente eficaz no sólo en problemas como los ya mencionados, sino también, según la experiencia de mi práctica clínica, en toda una gama de dificultades, que van desde problemas de aprendizaje y trastornos de conducta en la niñez o adolescencia y conflictos familiares o de pareja centrados en determinados temas, hasta dificultades de conducta no específicas presentes en distintos ámbitos de la vida cotidiana (laboral, social, íntimo, etc.).
CPP: Ahora bien, ¿cuál es la aplicación de la hipnosis en las llamadas “enfermedades psicosomáticas” y en las “enfermedades – puramente – orgánicas”?
D.B.: En algunos casos se puede efectuar más claramente la distinción entre enfermedades psicosomáticas y puramente orgánicas y en otros no.
En la medida en que consideramos al ser humano como una unidad psicofísica, en toda manifestación orgánica encontraremos involucrado lo psicológico y, obviamente, también se da la situación inversa. De todas maneras, a los fines explicativos y técnicos se mantiene esta diferencia. La aplicación de la hipnosis, en este terreno, tiene bases sencillas y conocidas: por la inducción se consiguen, en forma fácil y placentera, estados de profunda relajación natural, que promueven la regeneración en tejidos y órganos. Esto se ha comprobado en investigaciones hechas en quemados de distinto grado e importancia. Es pertinente señalar aquí que se agregó en este trabajo el descubrimiento de una significativa diferencia en la eficacia del sistema inmunológico. Esto se pudo apreciar por el menor porcentaje de problemas adicionales (contagios e infecciones) en los enfermos que, además de la medicación específica, eran tratados con hipnosis. Evidentemente desde aquí se puede comprender el amplio espectro que cubre la aplicación de la hipnosis en distintos tipos de enfermedades en las que lo orgánico está involucrado.
Otro campo en el cual la hipnosis es reconocida como una ayuda de importancia es el del tratamiento del dolor, ya sea en enfermedades crónicas, graves o en pacientes terminales. Aquí, el alivio relativo o la desaparición del dolor implican no solamente mejorar en algo la afligente situación por la que atraviesa el paciente, sino también recuperar, en parte, las posibilidades no afectadas por la enfermedad.
C.: ¿Y qué puede esperarse de la hipnosís en el tratamiento del dolor?
D.B.: El dolor, en sí mismo, es un tema muy amplio. Comprende aspectos fisiológicos, psicológicos y culturales, por lo tanto es pasible de ser abordado desde distintos ángulos. La hipnosis incide en estos dos últimos aspectos y, a través de ellos, en el primero. Hay distintos modos, o técnicas hipnóticas, con los que se puede inducir desde el alivio, la disminución o el desplazamiento del dolor (a zonas menos sensibles o importantes del cuerpo) hasta su total inhibición.
C.: ¿Y en afecciones que pueden englobarse clásicamente como «psicosomáticas»?
D.B.: Se encuentran aquí, entre otras, úlceras, asma, cólon irritable, migraña, etc.. En el caso del asma, por ejemplo, es factible inducir en el paciente una reacción automática de relajación ante el más leve indicador de un acceso. Se imbrican en este estado de relajación imágenes y sensaciones que inhibirán, parcial o totalmente, la respuesta asmática.
En síntesis, hasta donde llegan los procesos funcionales (neurovegetativos) en el organismo, es posible acceder con la hipnosis, sea para aliviar, mejorar y a veces, solucionar las dolencias que aquí nos ocupan -con la salvedad, que ya hicimos en este mismo artículo sobre lo irreal que resulta hablar de «efectos absolutos y para siempre»-.
C.: Dejamos aquí, no sin antes comprometer al Lic. Daniel Bick para desarrollar, en un futuro artículo, el tema «enfermedades psicosomáticas en la familia».