Por: Lic. Eduardo Cazabat
Casi todas las mañanas, un rato antes de ir a clase se renueva el ritual diario: las sábanas y el pijamas al lavarropas, el colchón al sol, la sensación de frustración en toda la familia, la impotencia, que a veces da lugar al estallido.
El problema de la enuresis nocturna es mucho más frecuente de lo que el común de la gente supone: según algunas estadísticas lo sufren el 10 % de los niños a los 7 años y el 3 % a los 12. Asimismo se observa que son muy raros los casos que llegan a la adolescencia sin remitir espontáneamente (vale decir, sin tratamiento) generalmente, en la época del desarrollo sexual.
Aparte de la molestia obvia, la enuresis motiva una serie de problemas secundarios, tales como retracción por la vergüenza que provoca en el niño, deterioro en la relación entre padre e hijo, imposibilidad de tener ciertas actividades, como campamentos o invitaciones a dormir en casa de familiares o amigos; burla de los hermanos o amigos, gastos en lavados, colchón, etc.
Hay padres que durante años se levantan cuatro o cinco veces por noche en el vano intento de que el niño algún día aprenda a no hacerse pis.
Las causas que se pueden detectar en el origen de la enuresis son variadas, y en relación con ellas varía el tipo de tratamiento indicado. Para ilustrarlo, daremos sólo algunos ejemplos.
En algunos casos, la enuresis es una consecuencia casi directa de la falta de límites con que algunos padres crían a sus hijos. Es el típico caso de los padres con una filosofía “laissez faire”. Estos aprenden que sus actos no tienen consecuencia alguna: da lo mismo portarse bien, que portarse mal; hacerse pis, que no hacerse. En este caso, el tratamiento va orientado a que los padres practiquen cómo ponerle esos límites tan necesarios. Podríamos hacer referencia a un caso en que luego de cuatro años de tolerancia, la mamá, sobrepasada, le impuso a su hijito de 6 años que de allí en más debía lavarse la ropa y las sábanas a mano, él mismo. Si mal no recuerdo, el chiquito no visitó más de tres veces el lavadero, pues, “milagrosamente” al cuarto día dejó de hacerse pis para siempre (al menos hasta los ocho años y medio que hoy tiene).
En otros casos se trata de un problema de aprendizaje del hábito. En el período en el que la mayoría de los niños aprende a controlar los esfínteres (entre 2 y 3 años) estos no fueron estimulados correctamente, ni entrenados para la retención. En este caso, por lo general, aparecen imágenes radiográficas con vejigas más pequeñas de lo normal, y el tratamiento consiste en una serie de ejercicios para aumentar su capacidad vesical y estimular el reflejo esfinteriano. Estos ejercicios deben ser controlados diariamente por los padres.
También existen causas inconscientes, tanto en el niño como en los padres, que condicionan la incontinencia nocturna. Pueden ser éstas, a modo de ejemplo, el temor de los padres a que los niños crezcan, o un recurso del niño para llamar la atención (entre muchísimas otras posibilidades). En este caso particular es indicado un tratamiento familiar que permita elaborar los conflictos de la familia y permita a todos liberarse de tan molesto síntoma.
Sin duda, quedan varias causas en el tintero, pero éstas son las principales detectadas en nuestra práctica clínica.
Para finalizar queremos destacar que todos los tratamientos, cualquiera fuera la causa, tienen algo en común: la participación activa y diaria de los padres, ya sea a través de la puesta de límites adecuados, a través del control de los ejercicios para el aprendizaje de la retención o por medio de la elaboración de los conflictos familiares. Poco puede hacer cualquier terapeuta, por experimentado que sea, sin la mencionada participación.