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En el modelo MRI, la meta mínima es un elemento central del contrato terapéutico. No se trata de un objetivo amplio o ideal, sino de un cambio concreto, alcanzable y validado tanto por el consultante como por el terapeuta. Este acuerdo inicial funciona como brújula para las intervenciones y como referencia para evaluar avances.

Qué es y para qué sirve

La meta mínima define qué debe ocurrir como mínimo para que el consultante y el terapeuta consideren que la terapia tuvo éxito. A diferencia de objetivos más generales, esta meta:

  • Es específica y medible.
  • Es relevante para el consultante.
  • Puede alcanzarse en un plazo breve.

Su formulación obliga al terapeuta a priorizar, evitando que el tratamiento se diluya en múltiples frentes.

Cómo se establece

En la ficha de primera entrevista, la meta mínima se acuerda después de:

  • Explorar la queja inicial y el “por qué ahora”.
  • Analizar las soluciones intentadas y su resultado.
  • Delimitar un problema claro y abordable.

El terapeuta registra también la reacción del consultante frente a esta propuesta: aceptación, dudas o resistencia.

Evaluación y ajustes

A lo largo del proceso, la meta mínima puede:

  • Mantenerse igual si sigue siendo pertinente.
  • Modificarse si la situación cambia o si se logra antes de lo previsto.
  • Sustituirse por otra que surja como más relevante.

Las fichas “sesión por sesión” y de evaluación final permiten medir el estado de la meta (sobrepasada, alcanzada totalmente, alcanzada parcialmente o no alcanzada).

Ventajas clínicas

Trabajar con una meta mínima clara aporta:

  • Foco terapéutico: evita intervenciones dispersas.
  • Evaluación objetiva de resultados.
  • Motivación para el consultante, al ver avances concretos.
  • Flexibilidad estratégica para ajustar el rumbo si es necesario.

Basado en el libro: Cómo equivocarse menos en terapia. Hugo Hirsch y Ruth Casabianca

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