En la práctica clínica, el primer desafío no siempre es intervenir, sino definir con precisión cuál es el verdadero problema para la terapia. Quienes consultan llegan con relatos complejos, múltiples quejas y, a veces, con la expectativa de que el terapeuta “entienda todo” de inmediato. Sin embargo, la experiencia muestra que un motivo de consulta mal formulado puede condicionar el rumbo entero del tratamiento.
Motivo de consulta vs. problema terapéutico
La queja inicial rara vez coincide de forma exacta con el problema que finalmente se trabajará en terapia. El consultante suele traer una narración “en bruto” de su malestar: un conjunto de hechos, emociones y valoraciones mezcladas. La tarea inicial del terapeuta es transformar ese material disperso en un foco claro y operativo.
En el modelo MRI, este proceso implica responder tres preguntas clave:
- Qué conducta o conjunto de conductas es problemática.
- Para quién lo es.
- Cómo se manifiesta y mantiene.
Si el terapeuta no puede describirlo en forma breve y precisa, probablemente no tenga la información suficiente o no la haya organizado adecuadamente.
Criterios para un problema “bien construido”
Un problema con altas probabilidades de ser resuelto en terapia debe cumplir simultáneamente con estos criterios:
- Relevancia: que toque aspectos significativos en términos emocionales para el consultante.
- Pertinencia: que encaje con sus marcos cognitivos y percepciones.
- Urgencia: que involucre riesgos o plazos que exigen atención prioritaria.
- Factibilidad: que exista una posibilidad realista de cambio mediante acciones o conductas concretas.
Estos criterios deben ser evaluados desde ambas perspectivas: la del consultante y la del terapeuta. La negociación de este foco inicial no implica ceder en lo esencial, sino acordar “a quién le toca primero recibir qué”.
Obstáculos frecuentes en la construcción del problema
En la clínica cotidiana, algunos factores dificultan esta tarea:
- Estilo comunicacional ambiguo del consultante.
- Falta de consenso entre varios participantes en la consulta.
- Presencia de problemas múltiples, que obliga a priorizar.
- No pertenencia del problema al ámbito terapéutico (por ejemplo, conflictos legales o síntomas estrictamente médicos).
Cuando esto ocurre, el terapeuta puede trabajar en “construir pertenencia”, reformulando el problema para que sea abordable desde lo clínico.
Elegir un foco para avanzar
Intentar abarcar varios temas a la vez diluye la intervención. El MRI propone elegir un solo foco inicial, validado tanto por el terapeuta como por el consultante, y sostenerlo hasta que haya un cambio significativo. La precisión en esta etapa inicial aumenta la eficacia de las intervenciones posteriores y evita que la terapia se disperse.
Basado en el libro: Cómo equivocarse menos en terapia. Hugo Hirsch y Ruth Casabianca