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Para los padres, el deseo es que sus hijos sean emocionalmente resilientes, capaces de enfrentar y superar los altibajos de la vida. Sin embargo, para fomentar esta resiliencia en los niños, es crucial que primero los padres desarrollen su propia resiliencia emocional.

“La resiliencia de un padre sirve como modelo para que el niño aprenda a enfrentar los desafíos y a comprender sus propias emociones”, afirma el Dr. Dan Siegel, autor de “The Yes Brain”. Los niños aprenden observando y emulando a sus padres, por lo que es esencial demostrar cómo manejar el estrés y las emociones de manera saludable.

Uno de los mayores desafíos que enfrentan los padres es aceptar las rabietas y crisis emocionales de sus hijos, especialmente existen expectativas poco realistas sobre la infancia. Katherine Reynolds Lewis, autora de “The Good News About Bad Behavior”, señala que la ira, las lágrimas y otros arrebatos son una parte natural del desarrollo infantil, lo que ella denomina «el desorden de la infancia». Sin embargo, los padres que no pueden o no quieren afrontar este desorden suelen ver estos arrebatos como problemas urgentes que necesitan ser resueltos.

Generalmente, al ridiculizar, culpar o aislar a los niños durante estos momentos, les enviamos el mensaje de que sus emociones son inaceptables. Esta rigidez emocional es lo opuesto a la resiliencia y puede hacer que tanto padres como hijos teman a las emociones desbordantes.

En contraste, los padres que no se acobardan ante el poder de emociones como la ira son más capaces de manejar interacciones desafiantes con sus hijos. El Dr. Siegel, director ejecutivo del Mindsight Institute, señala que esta resiliencia se puede desarrollar con la práctica.

A continuación, se ofrecen algunos consejos para que estas interacciones difíciles sean más fáciles de manejar:

  1. Tomar un respiro: Antes de reaccionar a los arrebatos de tu hijo, es importante calmarse. Los estudios muestran que los padres y los niños sincronizan sus funciones fisiológicas, por lo que calmarnos puede tener un efecto positivo en nuestros hijos y mejorar nuestra capacidad para enfrentar la situación con tranquilidad.
  2. Dejar que las emociones sucedan: La resiliencia se basa en comprender que las emociones, incluso las negativas, son naturales. Todas las emociones tienen un principio, un intermedio y un final. Permitirnos experimentar y expresar una gama completa de emociones es vital para nuestro bienestar.
  3. Sentir curiosidad: Preguntarnos «¿Por qué estoy reaccionando de esta manera?» en lugar de «¿Por qué mi hijo se comporta así?» puede ser más útil. Observar tus propias reacciones y asumir la responsabilidad de ellas.
  4. Establecer límites con compasión: Mantener límites claros con amabilidad y compasión ayuda a manejar los momentos difíciles. Reconocer los sentimientos de tu hijo y ofrecer consuelo no significa ceder a sus demandas. Puede servir abrazar a tu hijo mientras le dices “no”, manteniendo la conexión emocional.
  5. Tomar cierta distancia: Nuestros egos están frecuentemente ligados a la crianza. Julie Lythcott-Haims, autora de “Cómo criar a un adulto”, recomienda tener una vida propia para permitir que nuestros hijos también tengan la suya. La narrativa cultural que culpa a los padres por cualquier problema de los hijos puede ser dañina.

 

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