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Introducción

Los efectos psicológicos del trauma se expresan como cambios en la respuesta biológica al stress, produciendo alteraciones profundas en los mecanismos hormonales relacionados con éste, y en el procesamiento de la memoria.

La respuesta al trauma tiene dos componentes aparentemente contradictorios: por un lado hipermnesia, hiperreactividad a los estímulos y la experimentación repetitiva del hecho traumático. Por otro lado, la respuesta evitativa, amnesia, anhedonia, y anestesiamiento psíquico

Trauma y Memoria

Las investigaciones sobre la naturaleza de los recuerdos traumáticos, indican que el trauma interfiere en los procesos involucrados en la memoria explícita. Mucha gente traumatizada puede actuar adaptadamente la mayor parte del tiempo, pero en condiciones estresantes pueden sentir o actuar como si estuvieran siendo traumatizados de nuevo. El continuo revivir el hecho traumático por medio de flashbacks y pesadillas causa una nueva secreción de hormonas, aumentando la intensidad de los síntomas de PTSD.

Tratamiento del Trauma

El tema del tratamiento de Trauma es un campo de grandes controversias. La gente que sufre de PTSD está estancada en el trauma, reviviéndolo constantemente. Por lo tanto, la meta del tratamiento del PTSD es ayudar a la gente a vivir el presente, integrando los recuerdos de los hechos, sin tener que revivirlos permanentemente.

Frecuentemente, la gente que sufrió las consecuencias del trauma sufre también de enfermedades psicosomáticas, como consecuencia de su incapacidad de traducir sus sensaciones corporales al lenguaje emocional. De esta manera, esta gente experimenta sus emociones simplemente como problemas somáticos.

La gente con PTSD ha sufrido eventos que han cambiado dramáticamente sus vidas, más allá de lo que pueden integrar, destruyendo su sentido de seguridad. Viven en un estado de emergencia permanente. Por lo tanto, comprender qué les está pasando, permite conocer qué necesitan.

La primera necesidad es la de sentirse a salvo. Aún en las situaciones más difíciles, es posible crear un ámbito de seguridad

También es importante reconocer y respetar los límites de la persona traumatizada. El trauma, casi por definición, implica la ruptura de los límites personales, irrumpiendo de manera intrusiva en el espacio vital de la persona. Esto significa que el terapeuta debe poder seguir el ritmo del paciente, respetando sus deseos.

El paciente necesita ser aceptado y no juzgado. Aunque esto pueda parecer una verdad de perogrullo, es especialmente importante en el caso de personas traumatizadas, que, de otra manera podrían resultar retraumatizadas.

Frecuentemente el paciente necesita hablar y ser escuchado.

Permitir la expresión de sentimientos. No empujar a la catarsis

Inmediatamente después del trauma (hasta 72 hs.) suele implementarse un modelo conocido como Critical Incident Stress Debriefing (CISD) (que podría ser traducido como Informe del Stress sufrido en un Incidente Crítico) usado comúnmente por los servicios de Emergencias, Bomberos y Policía en los Estados Unidos, Canadá y Gran Bretaña.

En la fase aguda se recomienda hacer ejercicios físicos para ayudar a la metabolización de la adrenalina segregada, la práctica de Técnicas de Relajación, Yoga, etc, así como evitar el consumo de alcohol o drogas, o excesivas cantidades de azúcar y mantener una dieta adecuada. La abreacción como tratamiento parece tener efecto en las etapas iniciales del trastorno, perdiendo su impacto con el paso del tiempo. En fases más tardías del trastorno, en que la víctima parece haber organizado su vida en torno de la evitación de los disparadores del trauma, la psicoterapia debe ir orientada a la estabilización en el plano social. La psicoterapia debe dirigirse a desacondicionar la ansiedad y a la reestructuración cognitiva de la visión del paciente acerca de sí mismo (sentido de autosuficiencia, capacidad de relacionarse, etc.) y del mundo (percibido ahora como amenazante)

Hipnosis en el tratamiento del Trauma

La hipnosis no es un tratamiento en sí mismo, sino más bien un procedimiento. De tal manera que no escapa a las orientaciones dadas más arriba en cuanto a cómo abordar el tratamiento de pacientes traumatizados. Es especialmente importante si el terapeuta elige usar hipnosis en el tratamiento, cuidarse de producir abreacciones intensas que pudieran retraumatizar al paciente. La hipnosis, más que como una herramienta para indagar el hecho traumático y revivirlo, debe ser usado para mejorar el sentido de seguridad, auto estima, y ayudar al paciente a lidiar con sus síntomas

Power Therapies

En los últimos años, y luego de una gran controversia que aún no ha cesado, ha surgido lo que se ha dado en llamar Power Therapies (Terapias Poderosas). Durante algunos años al margen de los estrados académicos, han logrado pasar al centro de la escena gracias a la investigación desarrollada en la Universidad de Florida (Florida State University) por el Dr. Charles Figley y la Dra. Joyce Carbonell. Allí, en 1994, estos dos investigadores se propusieron estudiar los resultados de algunas terapias que anunciaban grandes éxitos en el tratamiento del PTSD. Entre las cuatro elegidas para participar en el «Proyecto de los Ingredientes Activos» estuvieron: TFT (Thougth Field Therapy: Terapia del Campo del Pensamiento), desarrollada por el Dr. Roger Callahan (Palm Spring, California), y EMDR (Eye Movement Desensitization and Reprocessing: Desnsibilización y Reprocesamiento por medio de Movimientos Oculares), desarrollado por la Dra. Francine Shapiro (del M.R.I., Palo Alto, California). Los cuatro tratamientos demostraron una gran eficacia, teniendo en común que todos incluían algún tipo de movimiento de ojos. Estos movimientos de ojos parecen tener, según las hipótesis neurofisiológicas que se han planteado, un papel importante en el procesamiento y desensibilización de las memorias traumáticas.

Algunas veces, cuando una persona se mata, su suicidio suele ser visto como un acto sorpresivo e incomprensible.

Esto ocurre generalmente cuando el suicida no ha manifestado abiertamente sus deseos o intenciones. No obstante, aún cuando no existan manifestaciones claras y explícitas respecto de dichas intenciones, el estudio de la psicología del suicida permite identificar en la mayoría de los casos un patrón de comportamiento.

Las personas que piensan en suicidarse utilizan una lógica particular: están apresadas por un estilo de pensamiento que las lleva inexorablemente a la conclusión de que la muerte es la única solución a sus problemas.

Este estilo de pensamiento puede ser advertido, y si se detecta a tiempo es posible tomar medidas para tratar de impedir el suicidio. Cuando se estudian los testimonios de personas que intentaron suicidarse, y los mensajes dejados por aquelos que lograron matarse, aparecen ciertas características comunes a las personas afectadas de lo que llamamos suicidalidad.

Estas características forman una especie de mapa psicológico del territorio suicida. El conocimiento de este peligroso territorio por el público general y por los profesionales de la salud mental contribuirá a una mejor prevención del suicidio.

Dolor psicológico intolerable

Nadie se suicida de alegría ni la euforia lleva a nadie a la muerte. Aunque parezca obvio decirlo, el enemigo de la vida es el dolor. Es del dolor que el suicida intenta escapar.

Los relatos de los pacientes son elocuentes: “estaba tan desesperado que no veía otra salida”, “no podía dejar de pensar: pronto habrá terminado, voy a tener la paz que estaba buscando”.

El objetivo inmediato de quien asiste a un potencial suicida, trátese o no de un terapeuta, tiene que ser reducir el dolor de todas las formas posibles. Si alguna relación del paciente con otra persona, un padre, una esposa o un empleador, puede estar acrecentando este dolor, el terapeuta interviene habitualmente para modificar la relación perturbadora.

Si se logra reducir las presiones que padece el paciente y bajar algo el nivel de sufrimiento, la persona suicida posiblemente elija la vida a la muerte.

Necesidades psicológicas frustradas

Los seres humanos tenemos necesidades internas que no podemos ignorar.

A todos nos hace falta tener seguridad, lograr ciertas metas y recibir reconocimiento de quienes nos rodean.

Aunque existen muchas muertes sin sentido, desde el punto de vista psicológico se puede afirmar que nunca hay suicidio sin “razones”.

En la medida en que se pueda detectar y responder a estas necesidades, el suicidio puede ser evitado. Algunos pacientes necesitan cuidado, seguridad, orden. Otros están abrumados por la culpa, el sentimiento de fracaso y la falta de futuro.

Una de las preguntas cruciales que el terapeuta siempre debe hacer a un presunto suicida es: “¿Dónde le duele?” para diseñar la terapia más adecuada para estas necesidades psicológicas frustradas.

La búsqueda de una solución

El suicidio no se comete al azar; no existe un suicidio sin propósito, sino que es una forma de salir del problema, una crisis o una situación intolerable.

Para la persona deprimida, la muerte parece ser la única respuesta posible al interrogante: “¿Cómo salgo de esto?”.

Un intento de perder la conciencia

El suicidio es un movimiento para alejar el dolor pero también un movimiento para terminar con la conciencia: otro objetivo del suicidio es detener la conciencia de una existencia dolorosa. Los suicidas a veces expresan abiertamente su urgencia por parar de pensar; es por la misma razón que el alcohólico y el drogadicto necesitan embotarse para tolerar sus vidas.

 Restricción de las opciones

En vez de buscar una variedad de alternativas a sus problemas, las personas suicidas piensan en sólo dos posibilidades: una solución total o la muerte.

Sólo pueden ver en términos de todo o nada, blanco o negro, porque la desesperación y el dolor les impiden considerar otras opciones.

La palabra más peligrosa en el diccionario del suicidio es “solamente”, porque implica que las opciones han sido restringidas hasta que queda sólo una, la de la muerte.

El objetivo del terapeuta es ampliar la perspectiva del suicida. En la vida muchas veces no hay más remedio que decidir entre muchas posibilidades desagradables, y no se puede hacer otra cosa que aceptar la menos desagradable; en ocasiones es de utilidad pedir al paciente que haga una lista de sus posibilidades ayudándolo a ordenarlas según su desagrado. De este modo reconocemos que tal vez existen otros caminos que él no ha tenido en cuenta.

Ambivalencia

Es sumamente frecuente que el intento de suicidio se lleve a cabo en condiciones en que probablemente sea descubierto a tiempo.

Los psiquiatras ingleses consideran más adecuado llamar a esta conducta “autoagresión deliberada no fatal”, ya que llamarla “Intento de suicidio” presupone que conocemos la intención de la persona. Quien se corta las venas en el baño estando la familia en la casa ¿quiere o no quiere matarse?. Si quisiera realmente terminar con su vida ¿no hubiera elegido otro método o momento?

La respuesta correcta es: quiere y no quiere morir.

La ambivalencia, o coexistencia de sentimientos contradictorios, es hasta cierto punto normal, pero para el suicida el balance entre un impulso y otro es literalmente una cuestión de vida o muerte.

Una persona puede por ejemplo tomar una dosis mortal de somníferos y acto seguido pedir ayuda. Estas actitudes contradictorias son expresión de la lucha que se desarrolla internamente: la ambivalencia de estos pacientes brinda a quien intenta ayudarlo la posibilidad de incidir en esta lucha tomando partido a favor de su vida.

Comunicación del intento

Muchas personas creen que quien habla de matarse no lo intentará. Sin embargo este equivalente del “perro que ladra no muerde” es equivocado; aproximadamente el 80 % de los suicidas que finalmente se matan dan a su familia y amigos señales claras de que están pensando en eliminarse. No esconden su desesperación y su falta de futuro, proporcionando así una chance de rescatarlo.

Los suicidios no son esencialmente actos de hostilidad o venganza como comúnmente se cree, sino intentos de que su sufrimiento sea percibido y que se los detenga antes de que sea demasiado tarde. Por esta razón es que es tan importante poder reconocer las claves que dan los potenciales suicidas.

Estas claves pueden ser verbales, comportamentales o situacionales:

  • Las verbales son afirmaciones tales como: “no me van a tener que aguantar más”, “no puedo seguir sufriendo así”.
  • Las claves comportamentales están constituidas por conductas como deshacerse de posesiones valoradas, o poner las cosas en orden como quien parte para un viaje.
  • Llamamos claves situacionales a ciertos episodios que nos permiten inferir lo que alguien puede estar viviendo: acontecimientos traumáticos como una enfermedad, la ruptura de una relación amorosa o la muerte de alguien querido, pueden demoler anímicamente a una persona.

 

Huidas

Escapar de la casa de los padres, dejar un trabajo o abandonar una esposa son a veces formas de salir de situaciones inmanejables. Pero el suicidio es la última y definitiva salida. Quien se acerca al potencial suicida tiene que ayudarlo a diferenciar entre su necesidad de dejar una relación dolorosa e intolerable y su idea de “terminar con todo”.

Diferencia que por lo general no es clara para la persona perturbada.

El suicidio es un acto desesperado de alguien que se encuentra profundamente alterado emocionalmente, restringido en sus opciones, y sufriendo un dolor psicológico que llega a los límites de lo que puede tolerar. Este dolor lo lleva a un estado en que la persona considera a su aniquilación como la única alternativa a seguir viviendo con un sufrimiento insoportable. La visión clásica consideraba el intento de suicidio como un acto de hostilidad hacia otro (“me mato para no matarlo”). El enfoque presentado aquí entiende que, independientemente de lo anterior, las autoagresiones deliberadas constituyen un pedido de ayuda. De esta manera los pacientes se sienten más comprendidos, con lo cual el riesgo de suicidio disminuye.

Nuestro país parece ser de los más afectados en el mundo por este fenómeno. Es urgente que los conocimientos que tenemos sean difundidos en la población general para terminar con nociones erróneas que dificultan un pronto tratamiento. Quienes rodean al potencial suicida pueden llegar a reconocer precozmente las características que se han reseñado y consultar con un especialista aunque el paciente se resista a hacerlo. Antes de que sea demasiado tarde.

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