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En la práctica clínica, los terapeutas enfrentamos un flujo constante de información: datos del relato del consultante, observaciones, hipótesis, intervenciones, reacciones y cambios. Confiar únicamente en la memoria o en la intuición para manejar esa complejidad aumenta el riesgo de pasar por alto información crucial o de sostener intervenciones que ya no resultan eficaces.
El registro terapéutico, utilizado de forma sistemática, puede marcar la diferencia.

Un “ayuda memoria” que orienta el proceso

El modelo MRI propone un sistema de fichas diseñado para:

  • Asegurar que el terapeuta tenga la información mínima indispensable para trabajar con claridad.
  • Organizar datos de manera que sea más fácil detectar lo relevante y descartar lo “ruidoso”.
  • Favorecer la coherencia entre teoría y práctica.

Completar estos registros no es un trámite burocrático, sino un acto clínico en sí mismo. Permite detenerse a reflexionar sobre la sesión, evaluar la respuesta del consultante y ajustar la estrategia antes de continuar.

Resistencias habituales de los terapeutas

No es extraño que profesionales con mucha experiencia sientan resistencia a completar fichas. Entre las razones más frecuentes están:

  • Preferencia por dedicar todo el tiempo a la interacción directa.
  • Percepción de que “se pierde espontaneidad”.
  • Incomodidad al confrontar por escrito lo que aún no se sabe del caso.
  • Falta de hábito para reflexionar de forma sistemática sobre la propia práctica.

Sin embargo, la experiencia muestra que restar unos minutos a la sesión para completar el registro mejora la calidad global del tratamiento y aumenta la capacidad de aprender de cada proceso.

Beneficios del uso sistemático

Trabajar con un registro terapéutico bien diseñado aporta:

  • Claridad en el objetivo: ayuda a no perder de vista la meta mínima pactada.
  • Seguimiento preciso: permite detectar microcambios y evaluar si las intervenciones “entran” o “rebotan”.
  • Flexibilidad estratégica: facilita identificar cuándo es necesario cambiar el rumbo.
  • Material para supervisión: el registro ordenado se convierte en una herramienta valiosa para el trabajo en equipo y la formación.

Más que un archivo, una brújula clínica

En un modelo de intervención breve y focal, como el MRI, la calidad del registro se traduce en la calidad de la intervención. No se trata de acumular datos, sino de organizarlos en función de un objetivo claro y compartido con el consultante.

Como señalan Casabianca y Hirsch, sin un registro que actúe como guía, es más fácil perderse en información innecesaria o intervenir sin un rumbo definido. El registro no reemplaza la pericia clínica, pero sí potencia la capacidad de tomar decisiones terapéuticas acertadas.


Basado en el libro: Cómo equivocarse menos en terapia. Hugo Hirsch y Ruth Casabianca

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