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Es posible que te haya pasado. Tenías la intención de leer ese paper, escribir informes o simplemente tomarte un momento para vos. Pero te encontraste, una vez más, deslizando el dedo en el celular, leyendo una noticia catastrófica tras otra. Sabías que no te hacía bien, pero tampoco podías soltarlo. A eso se le llama doomscrolling y no solo es una experiencia compartida por muchas personas: también es un fenómeno con implicancias clínicas.

En este artículo, te proponemos reflexionar sobre el doomscrolling, no solo como una conducta individual, sino como parte del contexto digital que habitamos. ¿Qué función cumple? ¿Por qué cuesta tanto frenar? ¿Cómo afecta nuestro bienestar y el de quienes acompañamos en el consultorio?

¿Qué es el doomscrolling?

El término se popularizó durante la pandemia del COVID-19 y hace referencia al hábito de consumir, de forma compulsiva, noticias negativas o angustiantes a través de redes sociales o medios digitales. Pero aunque el aislamiento haya quedado atrás, el patrón se mantiene.

Desde la psicología, podemos entender el doomscrolling como una conducta de búsqueda motivada por la necesidad de anticipar, controlar o dar sentido a situaciones amenazantes. Pero como bien sabemos, no toda búsqueda es adaptativa: cuando se vuelve repetitiva, obsesiva o disociada del registro emocional, puede transformarse en un factor de malestar.

¿Por qué nos resulta tan difícil parar?

Una de las claves está en nuestra neurobiología. El cerebro humano está preparado para prestar atención a estímulos novedosos y potencialmente peligrosos: es una cuestión de supervivencia. Las redes sociales lo saben, y alimentan ese sesgo ofreciéndonos contenido alineado con nuestras emociones y hábitos de consumo.

El problema es que esta hiperexposición sostenida a estímulos amenazantes, sin espacios para la integración o la elaboración subjetiva, no solo no calma la ansiedad, sino que puede intensificarla.

Efectos del doomscrolling en la salud mental

Como profesionales, es importante estar atentos a los efectos que este patrón puede tener, tanto en nosotros mismos como en nuestros pacientes:

  • Alteración del estado de ánimo: El consumo reiterado de contenido negativo puede aumentar los niveles de ansiedad, irritabilidad o desesperanza.
  • Insomnio y fatiga: Muchas personas se quedan navegando en redes hasta altas horas de la noche, dificultando la conciliación del sueño y el descanso reparador.
  • Deterioro del lazo social: El tiempo dedicado al scrolling puede desplazar espacios de conexión significativa con otros.
  • Sedentarismo y desconexión corporal: Se reemplazan actividades que promueven el bienestar físico y emocional, como el movimiento, el contacto con la naturaleza o el juego.

¿Qué podemos hacer desde nuestro rol?

Además de estar atentos a nuestros propios hábitos, es relevante poder tematizar este fenómeno en el espacio terapéutico. Algunas intervenciones posibles incluyen:

  • Explorar la función del doomscrolling: ¿Qué busca la persona al exponerse a este tipo de contenido? ¿Qué emociones se activan antes, durante y después?
  • Fomentar el registro corporal y emocional: Incluir pequeñas pausas durante el día para chequear cómo nos sentimos puede ayudar a cortar con la automatización.
  • Proponer límites concretos: Desde temporizadores hasta aplicaciones que monitorean el uso del celular, hay múltiples herramientas que pueden facilitar la autorregulación.
  • Revalorizar lo cotidiano: Recuperar actividades simples pero significativas —una caminata, una charla con amigos, el contacto con lo estético o lo lúdico— puede generar un anclaje reparador.

Acompañar en un mundo hiperconectado

En un entorno donde lo negativo se amplifica y circula velozmente, nuestra tarea como profesionales también incluye sostener espacios donde lo humano no quede reducido al dato, la imagen o el algoritmo.

Hablar de doomscrolling no es hablar solo del uso de las redes, sino de cómo estamos habitando el presente. Y quizá una forma de resistir ese scroll infinito sea volver a preguntarnos, con cada persona que atendemos (y con nosotros mismos): ¿qué necesitás hoy para sentirte un poco más en eje, más cerca de vos.

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